jueves, 14 de enero de 2010

De la vanguardia a la retaguardia


Donde hay vanguardia, también hay retaguardia.

Europa vivía, al momento de surgir las vanguardias artísticas, una profunda crisis, que desencadenó en la Primera Guerra Mundial y entonces, en la evidencia de los límites del sistema capitalista.

Si bien "hasta 1914 los socialistas son los únicos que hablan del hundimiento del capitalismo", como señala Arnold Hauser, también otros sectores habían percibido desde antes los límites de un modelo de vida que privilegiaba el dinero, la producción y los valores de cambio frente al hombre.


El resultado de esto fue la chatura intelectual, la pobreza y el encasillamiento artístico contra los que reaccionaron, ya en 1905, Picasso y Braque con sus exposiciones cubistas, y el futurismo que, en 1909, deslumbrado por los avances de la modernidad científica y tecnológica, lanza su primer manifiesto de apuesta al futuro y rechazo a todo lo anterior. Conocida es la frase de Marinetti: Un automóvil de carrera es más hermoso que “La victoria de Samotracia".

Así se dan los primeros pasos de la vanguardia, aunque el momento de explosión definitiva coincide con la Primera Gran Guerra y con la promesa de una vida diferente alentada por el triunfo de la revolución socialista en Rusia.

En este pleno ejercicio de la libertad que significó la actitud surrealista, tres palabras se unen en un sólo significado amor, poesía y libertad.

Al mismo tiempo que la entrada en escena de la vanguardia, se produce en el Occidente industrial un segundo fenómeno cultural nuevo: "kitsch" (proveniente del alemán yidis etwas verkitschen). Kitsch: voz alemana. adj.-s. Estética burguesa u objeto de mal gusto. Al menos eso dice el diccionario, pero el estilo kitsch (¿se le puede denominar estilo?) trasciende más allá. Es el gusto por lo hortera, el placer de lo horrendo, el arte de lo horrible. Un calificativo que va mucho más allá de lo feo o de lo horroroso. El kitsch es la esencia misma del mal gusto llevada a su máxima expresión a través de objetos, en su mayoría inútiles pues ni siquiera cumplen la función para la que fueron creados.

No se debe confundir kitsch como sinónimo de horrible. El kitsch supera esa definición elevando a los altares todo aquello que nos duele a la vista, que nos hiere el criterio estético, sea el que sea. Un objeto kitsch es tan horroroso que nos agrada, nos atrae irremediablemente y una vez te atrapa la estética kitsch estás perdido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario